lunes, 20 de noviembre de 2017

Las elecciones 2017

Es complejo decir con palabras lo que siento. Muy complejo. Principalmente porque el sentimiento no es sencillo, es una especie de mezcla entre desprecio, repudio, rabia, vergüenza, y otros más por definir. Es una mezcla como resultado de un proceso electoral democrático (voluntario) en el que muchos movimos la raja para entregar con muchísima esperanza un voto, al que casi le dimos un beso antes de insertar en una de las cajas de plástico. Un voto que pretendía venir a renovar la bancada y las ideas políticas que nos tienen cansados, porque solo representan el fantasma de la Dictadura. El sistema económico insertado en Chile por Augusto Pinochet Ugarte es nuestro mayor pesar. Y cada día, cuando nos levantamos a trabajar, o cuando miramos a nuestros sobrinos, o hijos, pensamos: "ojalá que estos cambien algo en el futuro, porque mi generación parece que no está muy dispuesta". 
La primera vez que postuló Piñera, tuve tanto miedo que, con apenas 19 años me fui a inscribir voluntariamente y ejercí mi deber/derecho de sufragar (en ese tiempo era obligatorio el voto). Esa vez tuve tanto miedo que en segunda vuelta voté por Frei (Ruiz-Tagle). Solo porque tenía miedo de que alguien que adora el modelo, como todos los que se han enriquecido gracias a él, liderada mi país. 
Ahora, que sé que puede salir de nuevo, tengo menos miedo. Tengo menos miedo porque sé que si deja la cagá (como probablemente suceda) la gente va a ir a votar por el Frente Amplio luego de los siguientes 4 años. 
Piñera es un ser despreciable. Y mucho. 
Ha hecho, bajo el marco de la ley, muchísimas acciones de dudosa ética. Observa el mundo y el país desde la visión de un despiadado empresario. Cree que una solución factible para mejorar las pensiones de vejez, es que trabajemos hasta los 70 años. Cree que la gratuidad es negativa, puesto que la educación la ve como un bien de consumo. Él cree que las mujeres somos MUY diferentes a los hombres, y cree que la Constitución no tiene ningún problema. 
Piñera no ve a Chile, ve su billetera. Ve a su "familia". 
Pero la gente, que sigue siendo muy idiota, escogió a 20 diputados del Frente Amplio, pero votó por dos candidatos que defienden esas ideas retrógadas, y peor, ese modelo. 
¿Hasta cuándo, chilenos?

sábado, 4 de noviembre de 2017

Halloween

Me cae mal que exista Halloween. Pone a las personas a tomar papeles que quizá no quieren tomar, pero de todos modos lo hacen para que "los niños" disfruten de una fiesta que no existe en realidad.
Es tan comercial como Navidad. Es tan idiota como Navidad.
En Navidad la gente se transforma en compradora compulsiva y, dependiendo de su capital, consigue todo lo que puede para "no quedar mal con los familiares y niños". Porque los niños siempre son la excusa para que nos mintamos entre nosotros e incluso a nosotros mismos. 
Si los niños supieran esto, que son la piedra de tope, lo que moviliza a la gente a hacer cosas horrendas, ellos rogarían de rodillas que por favor desistiéramos de tal nivel de estupidez.
Halloween es una fiesta cuyo origen es pagano. Las mujeres (llamadas brujas despectivamente por los machos opresores) se reunían a pedir, agradecer y hacer una que otra artimaña pachamamística para que el futuro venidero fuera weno. Ellas celebraban riendo y cantando, y probablemente danzando, al rededor de una fogata o de una comida... vaya a saber uno cómo era en sí el ritual. Este rito nada tenía que ver con la Santa Iglesia Católica y con Jesús, por lo que a lo largo de los años, los religiosos ortodoxos han ido recordándole a sus feligreces que si ellos son verdaderos cristianos, no debiesen por ningún motivo celebrar Halloween, ni siquiera dándole dulces a las marabuntas enanas que pasan pidiendo, porque eso es "fomentar" o "apoyar" indirectamente tal celebración. 
Recuerdo que incluso cuando era niña, en el colegio donde estudiaba me dieron un gran cartel con bellos colores, que decía: "En esta casa somos cristianos. No celebramos Halloween". La idea de la Asesora de Religión era que pegáramos ese cartel en la puerta de la casa para que los niños no pasaran pidiendo dulces... jajajaja
Mi mamá, que siempre ha dicho que es católica, se alegró un montón de ese cartelito, porque como nunca teníamos plata ni pa comer nosotros, era la excusa mejor elaborada para evitar "malgastar" dinero en dulces. Así que ella agarró el cartel y lo pegó mientras me mandó a comprar el pan para la once. Cuando volví el cartel estaba pegado, y a mí me dio una crisis de angustia pensando en cómo se iban a burlar de mí los vecinos (que yo siempre creí que ellos sabían que yo era agnóstica) viendo ese cartel. Y lo saqué con furia. Se rompió en varias tiras y mi mamá, cuando se dio cuenta, me dijo que era hereje y que estaba loca. 
Tomamos once, pero dejamos las dos puertas cerradas, la de calle y la de la mampara, para que desde afuera no se notara que había luz en la casa. Nuestro plan B era que los vecinos creyeran que habíamos salido, o que estábamos durmiendo. 
Ese año funcionó. Pero decidimos que era demasiada pega, así que para el año siguiente compramos dulces en una distribuidora y se los dimos a los niños que pasaron. Ese año sobraron dulces. Al siguiente faltaron. Y así fuimos pasando cada Halloween hasta que mi mamá se cansó, y no compró más dulces. Y les abría la puerta a todos los niños para decirles: "no tenemos nada, disculpen... pero se ven hermosos". Yo me reía igual, porque se supone que la idea es que los disfraces den miedo, no que sean hermosos... jajaja
Ahora ya no vivo con mi mamá. 
El año pasado no me acuerdo qué hicimos, pero tengo la impresión de que nos quedamos encerrados viendo series en Netflix, sin abrir la puerta y sin poner el papelito de que aceptábamos dar dulces a los niños.
Y este año fue diferente.
Este año se cumplían 60 años de la Población La Victoria. Estábamos de fiesta. Fuimos al Carnaval. Esta vez Esteban no bailó, porque como ya no es de la Escuela... según él que es súper fome ser espectador. Que es mil veces mejor "estar adentro". 
Y la Pobla estaba vestida de gala. Adornos en los pasajes, mucha gente mirando el pasacalle... pero había un detalle; había mucha gente recolectando dulces con sus críos disfrazados de cualquier cosa. Estábamos los visitantes que fuimos a gozar de la música y la danza carnavalera, y estaban los vecinos que andaban en la misma. Y estaban "los desclasados" que llevaban a sus hijos a tocar puertas para pedir dulces. Fue súper raro. Uno, dentro del romanticismo absurdo con el que vive y cree en la política, no se imagina que en una pobla con tanta historia (recién estrenaron "Cabros de mierda") la gente va a ser tan yankee pa sus cosas. A mí me dio cosita. Cosita mala, como amarga... 
El punto es que Halloween opaca lo que somos. Ni siquiera la gente aún se apropia de la cuestión como algo más latinoamericano, o chileno, por último. 
Yo creo que la tradición podríamos inventarla para que no sea como la versión gringa. Primero que todo, en vez de disfrazarse de brujas y princesas de disney o superheroinas de Marvel, mejor que los peques se disfracen de personajes de mitos y leyendas nacionales; que aparezcan unos gemelos disfrazados de Tren-tren y Cai-cai Vilú, unas trillizas de Las 3 Pascualas, algún Trauco, alguna Pincoya... algo así. Y que no pasen por las casas con "calabazas" pidiendo dulces, sino que se hagan fiestas de barrio o familiares, en las que se inviten hartos niños y se les permita comer dulce; tortas, brochetas de frutas bañadas en chocolate, helado de frutas casero... etc. Que sea una excusa para reunir a la familia, o al barrio o a la pobla, pero también para retomar nuestras raíces... algo del folclor chileno (literario), para que no se diga que nos acordamos que somos chilenos solo con el fútbol o las fiestas patrias. 
¿Sí o no?

viernes, 20 de octubre de 2017

Día del profesor 2017 (tercera parte)

Este año, en el verano, una comediante chilena "reconocida" llamada Natalia Valdebenito dijo en un momento de su rutina de Viña del Mar que el año pasado había sido para ella el año del "pico en el ojo". Y aunque yo odio usar la palabra pico, y de hecho casi no la uso, me reí a carcajadas; entendí inmediatamente el sentido del dicho.
Uno, en general, lo pasa mal. Quizá no tan mal, pero mal igual. Y año tras año, desde que tenía 13, he sentido en algún momento del año; "este ha sido el peor año de mi vida", lo que es lo mismo que decir: "este ha sido el año del pico en el ojo". Y debo decir, que DEFINITIVAMENTE ESTE HA SIDO EL PEOR AÑO DE MI VIDA.
De partida, no recuerdo ningún año (a pesar de haber tenido depresión incluso) que haya llorado tanto. Qué manera este año de lavar los ojos de adentro hacia afuera. Qué manera de contraer el estómago y hacer saltar el pecho. Qué manera de callar mi llanto, intentando respirar y calmar la presión que el maldito llanto -que se descontrola y se manda solo- ejerce contra mi hermoso rostro sonriente. 
Hoy se celebró el día del profesor en el ATA. Raro. Fue como una especie de "concierto", y los profes éramos "las estrellas". Todo el estudiantado del Colegio se reunió en el Gimnasio, y no nos dejaban "entrar". Luego, por fin nos hicieron pasar y ellas se colocaron de modo que formaron una especie de "túnel" en el que gritaban, como si uno de verdad fuera cantante famosa. Fue vergonzoso. Yo soy muy vergonzosa. Adentro de la sala no, ni en la casa, ni en la calle, ni... pero frente a mucha gente, que sé que sabe quién soy, me da mucha vergüenza. Pasé y me senté avergonzada. Incluso me senté en un lugar donde estaba vacío, sin pensar si era o no el correcto, como diciendo en mi mente: "aquí podré ocultarme".
Los gritos, ALTIRO, me hicieron llorar. Ni siquiera sabía ni intiuía qué iban a hacer en el "acto cívico" y yo ya estaba llorando como describí antes; el maldito llanto atacó mi pecho y rostro, que tiritaban como gelatina, y me salían y me salían y me salían lágrimas. Y yo me negaba a que se dieran cuenta de esto y me secaba y me secaba las lágrimas. Pero Mirko se dio vuelta, me miró y vio las lágrimas. Quiso ser amable, o despistado y me dijo: "tienes cara de sueño", y yo le hice un gesto raro y comprendió de inmediato que no eran lágrimas de un gran bostezo. Y me dijo: "tení penita", y yo asentí. Luego dijo: "¿por qué?", y yo negué con la cabeza. Dijo entonces: "después hablamos", y yo asentí por última vez. Se volvió a colocar mirando hacia adelante para no importunarme y entonces yo rompí en llanto otra vez. Hasta "cantando" el Himno nacional, lloré. 
Luego, hubo una serie de números artísticos que me hicieron sonreír principalmente. Son bonitas las niñas de primero básico. Dijeron una poesía de "la maestra", y bailaron vestidas de "hippies" estilo "onda disco". Fue excelente. Una niña de octavo que aún no conozco y otra de cuarto medio A que no es humanista, también participaron. Fue bello. 
Unas niñas cantaron dos canciones que yo sé que son conocidas porque mucha gente las cantó, pero yo no conocía ni me sabía ninguna. Igual estuvieron buenas. Le puso una de las niñas mucho talento. Me reí de eso también, pero de alegría, no burlescamente.
La última parte del acto fue la peor, hicieron una especie de video con fotos de "momentos graciosos" con nosotros fuera del aula. Y partieron por Lenguaje, y partieron conmigo, que soy la nueva. O eso recuerdo. Lloré, ahí sí que lloré todo el maldito video. Recordé lo complicado, lo desgraciado que ha sido este maldito año. Las noches en que me ha sido difícil dormir porque el llanto no me deja conciliar el sueño. Las veces en que ni la ducha, ni el desayuno, ni el viento en la cara yéndome al Colegio en bici, me han logrado despertar; hay días en que lo único que me despierta es el saludo cariñoso de mis estudiantas preciosas. Sus abrazos, sus "¿cómo está?, ¿cómo se siente?". A veces no les he mentido y les he dicho: "no sé..." y otras les digo que "bien". Pero ellas en mi cara saben la verdad.
Los días más felices son los lunes y jueves, que mi día empieza con el Iro medio B(ailarín). Son hermosas. Realmente lo mejor; me quieren. Hoy me invitaron a su convivencia, yo fui porque pensé que ya había llorado mucho en el acto, y que me iba a contener. Pero no. Me aguanté. Me leyeron una carta a mí primero, luego a la Miss Karen, y luego al profe Mirko. La carta era hermosa. Me decían explícitamente que me quieren, que valoran cada una de las babosadas que hago y hasta me pedían disculpas por ser tan ... tan como son. Me encantan.
Luego la Gheder se despidió. Esa parte fue complicada. Tuve que contenerme aún más. Todavía me duele la garganta por aguantarme tanto rato el llanto, pero de verdad que no podía seguir llorando. 
Después la Gheder me acompañó a la feria, yo pensé que se había ido. Y no pude decirle nada importante tampoco. Pero es una loca bacán, de esas que hay que tener cerca siempre. Le va a ir bien. Aunque le vaya mal, le va a ir bien, porque lo merece; es profunda, muy filosófica. Y es fuerte.
Es linda la Gheder. 
Terminé cansada de tanto llorar hoy.
Después vimos una obra en clases, que salió bastante bien, a pesar de las 2500 veces que improvisaron, y mis otras pobres niñas quedaron "vestidas y maquilladas". Qué lástima. Justo hoy Esteban me pone misiones que debía cumplir TEMPRANO, y no pude quedarme a la hora de almuerzo para ver la otra obra. Si con todo lo que tragaron en la convivencia, almorzar era pecado... 
Dormí toda la tarde.
Siempre mis viernes son para aprovechar "que salgo temprano" y trabajar y trabajar. Pero hoy no, porque era "el día del profe". Así que descansé en mi día. 
Me siento agradecida.
Me siento desesperada porque se acabe pronto este maldito año para que el próximo lo sigamos pasando bien en la sala, y en el patio, y en la biblioteca, y en todos lados, pero sin tanta pena, sin que se muera nadie, ni me enferme TANTO. 
Quiero que luego el tratamiento del estómago haga efecto. Aunque quizá no vuelva a comer carne de vaca ni cerdo, ni lácteos. Pero qué difícil es dejar los huevos. 
En fin, este ha sido el mejor día del año. 
El mejor.

Día del profesor 2017 (segunda parte)

Dejo registro de lo que dije en Facebook, página en la cual el 70% de mis contactos son profesores:


A mí no me caen bien todos los profes... hay demasiados -para mi gusto- que no son como debieran ser. Así que, a todos los profes comprometidos con la gran mayoría de la sociedad (hijos del proletariado), para aquellos que se atreven a exponer y defender sus luchas políticas, a aquellos profes abiertamente feministas, feliz día, ojalá lo estén disfrutando echados en la cama... y mañana, de vuelta con todo al carrusel... para los demás, autoevalúense, quizá se equivocaron de profesión. Ser degenerado sexual, machista, autoritario o pajero, me hace aborrecerlos, queridos. Ya váyanse a otra parte. La educación ya está en las peores condiciones posibles... no necesitamos gente chanta en nuestras filas. 
He dicho.

P.S: la verdad es que me da paja eso del todos y todas, pero me refiero a todos los sexos... no solo a los hombres. 🙋🏽 

lunes, 16 de octubre de 2017

Día del profesor 2017

Durante todos los años que llevo trabajando de profesora, siempre quise que el día del profesor fuera "simplemente un día libre". Eso sonaba hermoso, considerando que sería una semana de solo 4 días. 
Yo lo consideraba "la gloria", hasta este año. 
Este año no pude ir a la celebración del día del profesor, que fue en una mierda de casino de esos Enjoy, porque resulta que tenía mi última clase del supuesto "diplomado" de literatura, y como si uno no va, lo más probable es que tenga que pagar el curso, obviamente fui. 
Y hoy, lunes 16 de octubre (a dos días del cumpleaños de mi madre), que por fin es el día del profesor, y por fin es día libre, resulta que no puedo "disfrutarlo" porque:
1.- Siempre tengo un cerro de cosas por hacer para el colegio. Esta vez no fue la excepción. Estoy trabajando desde las 11 AM, y pedí una pizza para evitar "cocinar". Resumen, me gasté plata que no tengo en una pizza que ni siquiera me gustó, y aún tengo un sinfín de cosas por hacer arrumbadas en la mesa.
2.- Esteban tenía que ir al colegio en la mañana y luego en la tarde. Se supone que iba a venir a la casa de 15:30 a 18:40 aprox. Pues, como es costumbre, llegó como a las 5, enojado, y no me ha hablado en todo el rato. Resumen: ya me había hecho a la idea de trabajar todo el maldito día para el colegio, pero estaba "contenta" igual. Ahora solo quiero quemar todo. TODO.

En fin, solo quiero relatar esta breve crónica de la injusticia, para dejar en claro que:
1.- Los profesores somos personas.
2.- Los profesores de lenguaje (y varios otros) no tenemos vida.
3.- Los días del profesor dan asco.
4.- Necesito vacaciones.

domingo, 3 de septiembre de 2017

La amigdalitis

Durante todo ese domingo 20 de agosto (cumpleaños de mi hermana) me sentí mal. Especialmente del cuello. Tenía el cuello inflamado. Yo, que soy hipocondríaca a veces, supuse que tenía paperas, pero no, solo era amigdalitis.
Les comenté a varias personas que me dolía el cuello y me decían que quizá "me había dado aire", que significa que dormí chueca, y con los cambios de temperatura, los músculos se contracturaron... yo acepté también esa teoría. 
Ya llegada la tardecita, comencé a sentir un dolor fuerte en las caderas, y las piernas. No me preocupé demasiado, pero decidí ir a descansar (mi idea de "descansar" se ha convertido en: revisar pruebas semi recostada en la cama) a la casa. Llegando, comencé a sentirme peor, mucho mucho frío, jaqueca, las piernas me dolían el doble, las caderas peor y la garganta. Me empezó a doler tragar saliva. 
Me acosté tapada -y con ropa- en la cama, la jaqueca no me dejaba leer nada (tenía un cerro de pruebas, ensayos y cosas que hacer para el trabajo); estaba inválida. 
Eran apenas las 19:00 hs. Al cabo de una hora, el dolor y el frío aumentaron, sentía y pensaba: me voy a morir. El Tata quiere irse conmigo. No le gustó el otro lado. 
A eso de las 11 de la noche, yo ya sin ninguna esperanza de "avanzar en la pega", ahora sin frío pero con mucho dolor le digo a Esteban: Moniti, te lo ruego, por favor, ¿puedes ir a una farmacia y traerme KETOPROFENO y alguna cosa para la gripe? Esto me huele a la gripe, pero me duelen mucho las piernas y no puedo dormir (él había dormido desde que llegamos hasta esa hora). Él, reticente, pero amable, me dice: ¿y adónde quieres que vaya a esta hora?, y le dije: la farmacia de la posta central está abierta. Pa allá partió en su bicicleta. Me trajo lo que le pedí. No fue posible sentirme mejor. Dormí algunas horas, cuando el cansancio era más fuerte que el dolor. O quizá fue el efecto del analgésico (me tomé 4 de una). 
Al día siguiente, yo pensando que esto era una simple gripe, me despierto a la hora de siempre y le mando un mensaje a mi jefa: me siento muy mal, iré al médico para que me diagnostiquen y den algún medicamento, y voy al colegio, con la medicina haciendo efecto. Llegaré tarde, pero llegaré." Llevaba media hora despierta, y comienzo a sentir que mis piernas ardían, y que iban a explosionar. En cualquier momento dejaban de ser piernas y se convertían en una salchicha reventada. Por suerte no sucedió. Me metí a la ducha, lloré un poco mientras me jabonaba, no me lavé el pelo, y me vestí. Desperté a Esteban, le rogué que me acompañara. Aceptó, pero no me ayudó a caminar (esa era mi idea). Pero me compró un pan (que no pude comer) y un jugo de naranja (que fue lo único que pude tragar ese día). 
Llegando al centro médico, tuve que esperar 40 minutos, y eso que llegué a la hora propicia. 
Esos minutos se hicieron eternos. Era como si pasaran horas. Sentía demasiado dolor en mis piernas, caderas, glúteos, garganta, cabeza... sentí ganas de que los dioses me llevaran al Olimpo. No sucedió. 
Esteban miraba su Facebook en su celular, mientras yo -un puesto más atrás- lloraba silenciosa y desconsoladamente. Era como si hubiera ido sola. No tenía en quién apoyarme (ni física ni emocionalmente). Y pensaba: definitivamente uno tiene muchas lágrimas, porque con todo lo que lloré la semana pasada, no pensé que me quedaran tantas lágrimas para llorar ahora de dolor corporal. 
Cuando la médica por fin me atiende me da a entender de que no me preocupe, que es amigdalitis purulenta me dijo (una bacteria viviendo en mi organismo), que de seguro la bacteria estaba colonizando mis músculos, que por eso me dolía todo. 
Me recetó antibióticos, me dijo: son buenos, pero no son mágicos. Tardan 3 días en hacer efecto, así que recién vas a sentir alivio el miércoles en la noche. Y me dio licencia por esos 3 días.
Yo quedé pasmada. Aún tomando antibióticos de 1000 mg, no sentía ninguna clase de alivio. Lloraba varias horas al día y dormía solo las primeras dos horas en que me hacía efecto el analgésico. Las piernas dolían en exceso. Carnaval de calambres y "sensación de fiebre". Levantarse al baño era un suplicio, porque -aunque dolían exageradamente estando acostada- levantarse y caminar unos pasos era para matarse. Intenté servirme una ensalada, no pude exprimir el limón, porque me dolían los músculos de los brazos y los hombros. Fue patético. De verdad me sentía inválida. Y la peor parte es que no te deja pensar. No pude leer, no pude trabajar. Fue espantoso realmente. Tuve que pedirle ese lunes ayuda a la Matikó para que me fuera a dar once. Ella, muy amable, me sirvió mucha comida, yo apenas comí un cuarto. Tenía que masticar pequeños trocitos y casi disolverlos antes de que pasaran por mi inflamada garganta. Mi amiga me hizo un masaje en las piernas que me hizo efecto recién al otro día. La sensación directa fue más dolor e incomodidad. 
No sé por qué razón el karma es tan violento conmigo si yo me esmero en ser buena persona. Es verdad que a veces molesto un poco a mis estudiantes, pero en el fondo es con amor, y para que formen su carácter. De pronto salen más graciosas que yo incluso, aunque lo dudo. jaja En fin, es un exceso. 
Lo bueno es que el miércoles efectivamente me sentía mejor en la noche, ese día podía levantarme sin sentir dolor muscular exagerado, sino más bien leve. Pero tuve jaqueca gran parte del día así que por más que lo intenté, no pude leer lo suficiente. 
Pero el castigo peor no fue ese. El castigo peor fue que a la semana siguiente, cuando mi guata estaba mal como "resaca" de las pastillas, me imagino, y sobre todo el estrés me mantuvo con jaqueca TODOS los días, me enfrento a un curso que no solo no quería dar una prueba programada desde julio sino que además consideraba que yo era una maldita irresponsable por no haberles entregado sus notas. Eso sí me hizo sentir mal. Eso sí que no es justo. Eso sí que es triste.
Eso sí.

viernes, 25 de agosto de 2017

La muerte

Uno piensa siempre, racionalmente obvio -por eso dije "piensa",  no "siente"- que está preparado para la muerte... de otros. Para la muerte de otros. E incluso llega a creerse la idea, aprendida no sé de dónde, de que cuando uno sabe que la persona está cerca de la muerte, ya que sea porque está vieja, o enferma, uno se prepara aún mejor, pero no. No pasa nada.
Uno es una mujer muy dicharachera, y eso siempre juega en contra porque es muy poco lo que le compran. Lo más triste es que uno es súper honesta. 
La cosa es que un día yo llegué al colegio y vi que el Pato, el nuevo de matemática, tenía una cara de poto impresionante, pero caché que la cosa era mala y no le pregunté, pero le pregunté a los demás con los labios, pero sin emitir sonido: "¿Qué le pasa al Pato?", y ellos, como si yo estuviera hablando, cosa que no, me hicieron callar. No me dieron a entender que me contarían después, entonces no pude no preguntarle igual al Pato, y le dije: Pato, ¿qué sucede? Y me dijo que su abuelito estaba delicado de salud y que pronto se iba a morir. Y yo lo miré, y le dije: "pucha", y no me acuerdo qué más, pero fui racional. Pensé: "es tu abuelo, los abuelos naturalmente que van a morir antes que nosotros", y con ese pensamiento -muy lógico por cierto- me despedí y me fui a clases. Era jueves, y los jueves trabajo, con el cerebro andando a toda su capacidad de 8 a 18 hs., así que mi ánimo era nulo. Y partí caminando a la sala del I°B, y mientras estoy pasando la lista, veo en mi pantalla del teléfono que mi hermana me enviaba un Whatsapp diciendo: "el tata tuvo un infarto". Y yo: plop. En el momento, como tenía que seguir trabajando diez horas más, me hice la loca, pero nada fue lo mismo. Ese día dormí como las pelotas solo por el hecho de sentir pena o culpa o algo así, por no poder ir a ver al Tata. Así que al otro día me fui directo del colegio para la casa de mi madre, y nos fuimos a ver al Tata. Ni almorcé. 
El tata ya estaba en la casa. Lo habían desahuciado. Es lo que hacen cuando ya saben que la persona bajo ningún procedimiento médico puede salvarse de la pelá. Así que de ahí en adelante, todas las visitas eran despedidas. Nunca pensé que uno tuviera tantas ganas y oportunidades de despedirse. El Tata estaba con buen humor, como siempre. Burlesco como él solo. Hasta catete incluso. Era triste volver a nuestra realidad después, con la conciencia de que se iba a morir pronto, y de que los días iban a volver a ser fomes, como siempre. No como siempre, pero fomes igual. Más fomes que con las ridiculeces que son posibles de salir de la boca de quien sabe que va a morirse. Como él sabía que se iba a morir, con eso también tiraba tallas, y hasta se dio el tiempo de pedir cosas específicas para su velorio y sepelio. El Tata siempre fue alcohólico. Llevaba un corto periodo de abstinencia los últimos años debido a su diabetes y achaques de abuelo, pero lo normal era verlo ebrio. Y era gracioso que hasta sobrio pareciera curao. Al menos en sus palabras y ocurrencias. Pero hablaba clarito. En su dialecto, pero clarito.
Fui algunas veces más, las que mi mente, cuerpo, y tiempo me permitieron. Pero no lograba sentir que me había despedido de verdad. No podía decir: ya, si esta noche muere, al menos sé que me despedí. Fueron tantos años de silencio y distancia que no eran suficientes un par de semanas de conversación y risas. Al verlo y escucharlo me di cuenta de varias cosas que no sabía; sobrio, me caía bien. Me caía mejor que mi abuela. Mucho mejor. Era burlesco en exceso. De haber sido profe, también hubiera disfrutado agarrando pa'l leseo a sus estudiantes, y si hubiera vivido conmigo, o cerca, o hubiéramos mantenido una relación, se hubiera cagado de risa de mis historias. Me di cuenta también de que no tenía olor a viejo, ese olor que detesto a veces en la calle, o en la micro o en el metro... como de viejo que no se baña, o que fuma, o que... en fin. Tenía 80 años, pero olía a hombre normal. Me di cuenta de que en la tele le importaba puro ver deporte, cualquier deporte, fútbol, tenis, básquetbol... tiene que haber sido muy competitivo... y odiaba las teleseries y las películas dobladas del cable. También me di cuenta de que hablaba como huaso y que no decía la s como serpiente sino como zapato en España. Me di cuenta que tal vez los últimos 20 años debería haberlo visitado más seguido, que parece que por eso no podía terminar de sentirme conforme a pesar de verlo harto estos últimos momentos. 
Mi mamá me llamó un domingo para decirme que el Tata ya se había muerto. Yo había sido alertada unas horas antes, y ya iba en camino al hospital. Me dijo que mejor nos juntáramos en la casa y que después veíamos qué hacer. Me dio una cosa fuerte en el estómago. Eran las 13:55hs de ese domingo, y yo no había probado bocado. Ese día no comí hasta la tarde-noche, un pan que mi misma mamá me hizo y ese fue mi desalmuerzoncena. No tuve hambre tampoco, porque la cosa que estaba en la guata después estaba en todo el cuerpo. Estuve durante horas acompañando a mi mamá a hacer los trámites de la muerte, pagar un montón de servicios para la muerte de la gente, y bla bla. Estupideces que solo dejaron en evidencia que somos pobres, que no tenemos ahorros, y que mi abuelo no tenía plata de pensión de jubilado. Ni me acordé de José Piñera cuando dijo que el diseño de las AFP era perfecto, el problema es que la gente vivía mucho. Maldito desgraciado. Hasta de eso nos reímos. Mi mamá tiene suerte de tener un lado de la familia (es un decir, porque mis abuelos son primos hermanos, por lo que solo hay UN LADO DE LA FAMILIA) chistoso, dicharachero, bueno pal mambo y pa la talla, porque si no, esas 48 horas en vela hubieran sido súper aburridas, o quizá tristes. Obvio que lloramos, pero poco. Las nietas estábamos para contener. 
Cuando lo fuimos a enterrar al cementerio, que era un lindo parque a las faldas de un cerro, el sol apareció en el cielo. Era el martes feriado. Yo y mi estrés nos queríamos matar porque nos acabábamos de dar cuenta de que el Tata nos había quitado TODO el fin de semana largo que había que descansar -y que yo iba a trabajar- con su muerte. Siempre tan especial. Igual la hizo porque fue súper acompañado. 
Como yo veo muertos y me carga, le hablé hasta por los codos, para dejarlo bien advertido que ni se molestara en ir a verme, porque con el hecho de haberlo sentido presente y sonriendo esos tres días era suficiente. También le tiré unas tallas, pero siempre piola, pa que nadie más escuchara. 
Ese día almorzamos tarde. Tipo 5. Yo almorcé y me vine a la casa mía donde vivo ahora, y me quedé dormida toda la tarde, y parece que toda la noche. Mi cerebro intentaba recuperar demasiadas horas de sueño, pero no lo logró. Desperté una sola vez, a eso de las 11 de la noche. Esteban me escuchó y me abrazó porque estaba llorando como foca con gripe, y se me pasó como en... 15 minutos ininterrumpidos de llanto. Él se cambió la polera y siguió trabajando. Yo el miércoles no fui capaz de levantarme en la mañana. En la tarde sí, porque mi hermana me dijo que iría al centro (ahí vivo) y le dije que fuerámos a tomar un helado, que quizá iba a ser su último deleite antes de parir. No alcanzamos eso sí porque rompió fuente en la calle y tuvimos que partir de urgencia al Hospital. Pasé otra noche en vela, acompañando a mi papá y al papá de la guagua de mi hermana, la Magdalena, que estaba súper nervioso. En realidad mi intención era que él muriera de nervios, y yo  pudiera entrar al parto. Pero no sucedió. A eso de las 8:20 de la mañana del día siguiente lo llaman para entrar al parto, accede, y yo me fui pa la casa a dormir un poco. Dormí un par de horas, y volví para conocer a la Magdalena. La vi un par de minutos. Nunca despertó. Le doné sangre a mi hermana. Me vine a la casa a dormir. Toda la tarde. Al día siguiente estaba llorona. No sabía si lloraba por el Tata, o la culpa de no haberlo ido a ver nunca o muy poco, o por la felicidad de que la Magdalena estaba sana y mi hermana también, no de la mente, pero del parto quedó bien. Pero lloraba. Intenté leer, revisar pruebas, ensayos... nada. Mi vida se redujo en llanto y sueño. Al final me di cuenta de que no estaba tan preparada para la muerte del Onofre. El Onofre es el Tata. Onofre Mamerto. Y me di cuenta de que no estaba lista tampoco para "cuidar, acompañar, apañar, ayudar, o contener" a mi mamá. La Magdalena me tiene contenta con que exista, pero quiero que crezca luego pa empezar a mentirle cuando me pregunte cosas. Por ahora es un poco fome. 
El sábado me enteré de que se había muerto el abuelo del Pato. Y me di cuenta de que el Pato es distinto a mí. Le dio a los profes los datos de la capilla donde lo estaban velando, y se alegró de ver a un par de colegas que lo fueron a acompañar. Es lindo el Pato. Tiene un alma buena. De esas que iluminan a la gente. Tiene buenas intenciones. Lo malo es que se le nota, así que se lo deben pasar cagando. Porque así es la gente de malvada. Yo no. Pero la gente sí. 
Cómo son las cosas. Yo me entero de lo de mi abuelo, minutos después que el Pato, y se me muere antes. Una semana antes. Debe haber sido para que no coincidiera todo. 
Resumen previo a la amigdalitis, que será el próximo capítulo:
sábado: cumpleaños del Franco (2 años)
domingo: muerte del Tata
lunes: velorio
martes: entierro
miércoles: hospital con mi hermana
jueves: nacimiento de la sobrina
viernes: muerte del abuelo del Pato
domingo: cumpleaños de la hermana (y aquí empieza la amigdalitis)

Conclusión: no estamos ni estaremos nunca preparados para la muerte. Hay que llorarlo todo. Hay que botar todo lo que uno tiene adentro. Arrepentimientos, dolores, malos recuerdos, tristezas y demases, ojalá en el velorio, cosa que en el sepelio uno se despida y después pueda seguir viviendo. De no ser así, de aguantarse, hacerse la fuerte y llorar después, o nunca, les va a dar amigdalitis. Y no quieren que les dé esta amigdalitis.

lunes, 7 de agosto de 2017

El escándalo de la semana

Resumo: resulta que el Hernán Calderón hijo le comentó en Instagram cosas homofóbicas al hijo de Dj Méndez. La gente molesta con su comentario, le respondió con ofensas y no tan ofensas. Y él se enojó con una de las personas, y le envió un Direct (mensaje interno por la misma red social). Y ella le respondió con tranquilidad, pero él siguió ofendiéndola, recalcando su pobreza. 
Sus palabras fueron: "hambrienta culiá", "andai a pata pelá", "hija la perra"...  

martes, 1 de agosto de 2017

Conversación de micro: vergüenza

- Cachai que me pasó una hueá heavy con mi mino.
- ¿Qué?
- Weón, cachai que estábamos regaloneando en la cama post almuerzo, preparándonos pa dormir la siesta, y este loco va y me mira el mentón. Y yo: "mierda", internamente. Y me dice: "Tení un pelo súper largo y duro". Y yo, pa la cagá, roja, obvio, le dije: ¿en serio?, como haciéndome la hueona, ¿cachai?, y me dice: sí, qué penca que te salgan pelos na que ver, pero nica te lo saquí porque te va a salir más grueso, yo creo. A mi mamá le pasa lo mismo, y parecen virutillas, las hueás. No caigai en eso.
- ¿Y qué le dijiste, weon?
- Le dije que no po, que obvio que no iba a caer en eso, que ni un brillo y hueás. Pero o sea, weon, qué vergüenza. Mi mente decía, mientras él me hablaba: 1.- "dios me odia", 2.- "si supiera que me lo saco desde como los 13 años" y 3.- "que no me vaya a dejar, no por un pelo, weon"...
- Weona, la mala cue'a, vai a tener que depilarte con láser.
- Puta, sí, weon. Yo ni cagando paso por esto de nuevo.

Fin.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Crónica de una mujer agobiada

Y la palabra agobio resuena en todas nuestras mentes desde que los carteles lo colocaban como esencia del reclamo: "el agobio laboral de un profesor solo se asemeja al de un gendarme", lo cual es sumamente triste considerando que los profesores no trabajamos con reos (normalmente).
Llegar a la casa, lo que podría ser un total deleite, hace que sufras una esquizofrénica desesperación por ordenar las horas que te quedarás despierta, para ver cuánto alcanzas a trabajar para el día siguiente, seguir trabajando en el trabajo. Y te dan ganas de llorar.
Y te dan ganas de tener nana, porque de solo pensar que además de todo lo que te toca revisar, o preparar, o lo que sea, tienes que por ejemplo cocinar o limpiar el baño, te vuelves un poco loca. Y te dan ganas de llorar.
Comienzas por lo que tu mente pone con alarma de "URGENTE", para luego pasar a lo "URGENTE 2" y así sucesivamente. Porque nunca llegas a sentir el placer de que no tienes algo urgente, o de que si quieres trabajar estarías "adelantando" labores, o incluso ese extraño suceso de llegar a no hacer nada con la conciencia limpia de que de verdad no había algo que hacer. Y tener tan lejos esa posibilidad, da ganas de llorar.
Y te levantas en la mañana con ganas de no haber despertado, te duchas con la esperanza de que el agua ayude a abrir los ojos. Te comes un pan con los ojos cerrados y te tomas un té deseando que sea cicuta. Pero no. No acaba ahí. Tienes que ir al trabajo. Y querrías ir en micro para descansar un día los músculos del viaje en bici, pero es casi fin de mes, entonces no hay saldo para ir en micro. Y te subes a la bici, sin ganas de pedalear. Pedaleas lo menos posible, pero igual llegas temprano. Y te preparas sicológicamente para comenzar un nuevo día. Pero preferirías llorar. 
Y llegas a la casa. 
Otra vez.
Con el mismo peso.
O un poco más.
Y te dan más ganas de llorar.

miércoles, 18 de enero de 2017

Complejo

El corazón está que revienta. Sabes que todo depende de unos segundos y de unas palabras.
Ya no sabes dónde meterte o desde qué cerro quieres gritar.
No queda tiempo.
Cierras los ojos.
Ahora es el momento.
Ahí está.

miércoles, 11 de enero de 2017

Rap 1ºA (2016)

Mis estimados estudiantes del 1º medio A del Princess Anne School (2016) me escribieron un rap, el cual posiblemente sea uno de los mejores regalos que he recibido en mi vida.

Me llamo Soledad,
Churiruri en Instragram,
enseñando de manera divertida,
materia nueva y entretenida.
Sus clases nunca vamos a olvidar,
el gorro que tiró nunca volverá,
pero en nuestros corazones siempre estará.

El Marino y el Vicente con sus bromas presentes,
hacen las clases más decentes.
La Cata y la Dani en el puesto de enfrente,
y la Cata gritando "por ende.
Aquí la disfunción es total y las risas nunca faltarán,
como usted no hay nadie igual.
El Christian robándole el celular, el Guille gritando "Soledad"
y la Maureira con sus dibujos la hace disfrutar.

El Eliseo y el Thomas con sus estupideces en cualquier lugar,
no dude que la vamos a extrañar.
En la esquina el Marco con su celular,
y la Paula cantando en todo el lugar.
Llego la Claudia, la Camila y la Sofía
hablando todo el día.
El Nico y la Varinnia besándose en la esquina,
luego el Gastón con su drogadicción,
nos causa entretención.
El Castro con su cara de emoción
nos transporta a otra dimensión,
igual que Ricky Martin alegrando la party.
Y por todo lo recién dicho,
la extrañaremos muchísimo.

(Estudiantes de primero medio despidiendo a la profe suplente).