viernes, 25 de octubre de 2019

El pueblo unido jamás será vencido

Ellos siempre han apelado al cansancio. Porque es obvio que nos cansamos. Mental, emocional y físicamente. Me pregunto cuántas veces habrán dicho en estos días: “se van a cansar” o “esta situación no se va a sostener mucho más” o “esperemos no más”. Y es verdad. Esta situación no se puede sostener mucho más, o al menos, no para siempre. Pero gente, el tiempo que sea necesario, por favor, sostengamos esta revuelta. Mantengámonos unides. Sigamos cuidando de los perritos en las calles. Sigamos llevando agua con bicarbonato y limones y tapabocas para apoyar a las personas en la marcha. Sigamos cantando y gritando “Chile despertó” con esperanza. Sigamos haciendo catarsis entre todas las personas presentes. Catarsis por cierto necesaria, porque estos 34 años de “regreso a la democracia”, cargados de violencia política, económica, sexual y social, nos tienen “enfermos”. Sigamos con energía para caminar, marchar, crear pancartas, y decir (NO CALLAREMOS NUNCA MÁS) las verdades. 
La calle es nuestra, y debemos ocuparla. 
Unides, lo lograremos. 
Nadie ni nada nos va a vencer. Mucho menos el cansancio. 
No nos detengamos hasta que nos escuchen. 
No paremos hasta que cambien la Constitución. 

domingo, 20 de octubre de 2019

18-19 OCT 2019

Voy a tratar de decirlo en “bonito”, pa’ que no me odien, y pa’ que me tomen en serio. 
Este sistema está mal. Completamente. De principio a fin. No hay garantías de ningún tipo para la ciudadanía. No para la mayoría, que es LA FUERZA DE TRABAJO, porque los que sí tienen resguardo legal, y facilidad para resolver sus problemas y para solventar sus necesidades, no representan un porcentaje mayor al 10%, y jamás han sido “un aporte” para la economía (que veo que es lo único que les importa a algunos). Esa es la razón por la que estamos en las calles con cacerolas y cucharas de palo. Con rabia, con pena, con desesperación. Con rabia. Más que todo, con rabia. Este sistema es injusto para los pobres, que somos mayoría. Somos casi todos. Y no podemos seguir así. No podemos seguir adaptándonos a lo que ellos determinen “darnos”, como migajas, para que no hablemos. Para que callemos, y nos volvamos esclavos. No más. No nos pueden subir en $30 el pasaje del metro de una como si lo sueldos pudieran resistirlo todo, como si el sueldo mínimo soportara cualquier tipo de alza ¿Qué esperan?, ¿que sigamos marchando en la Alameda los mismos de siempre, con la misma paz de siempre, para siempre, y luego aceptemos todas estas injusticias con la cara llena de risa? ¿Quieren que todos nos transformemos en sicópatas, como la clase política? Algunos sentimos tranquilidad solo con gritar un par de consignas o palabrotas, otros necesitan ver todo arder, y otros necesitan abrir a la fuerza las puertas de las grandes empresas trasnacionales y recuperar todo lo que nos roban cada vez que compramos en ellas. Así es de simple. Salgamos a la calle. Salgamos en la que queramos, pero salgamos, y mostremos cuántos somos. 


viernes, 16 de agosto de 2019

Murió mi abuela

La abuela tuvo una infancia del terror. Y pasó el resto de su vida (hasta la vejez) recordando cada detalle de su sufrimiento. Me contó cientos de veces las mismas historias “felices”, que eran de las que de alguna forma “se afirmaba” para sentir que no todo fue tan terrible, y en alguna medida para soportar su vida de jubilada.
Cuando fue adolescente tomó un par de decisiones estúpidas, como casarse con su primo para escapar de la esclavitud en la que estaba sometida desde muy pequeña por la pobreza y la falta de preocupación/ocupación en su crianza por parte de quienes eran los responsables. 
Su vida de casada fue peor. Se convirtió en la esclava de un par de personas que tenían pequeñas empresas que no tenían ningún interés por cuidar a sus trabajadores… y también fue esclava de su infeliz matrimonio. Él era un esposo terrible, principalmente por su alcoholismo.
Su vida no fue precisamente una experiencia feliz, pero sí fue “normal”; trabajó hasta desfallecer de cansancio, no aprendió a leer, era muy irrespetuosa y grosera, no era para nada cariñosa, y el machismo guiaba su vida más que Jesús. No era una santa, pero tampoco era mala persona. Era buena, solo que no tenía demasiadas habilidades comunicativas ni emocionales. Aún así era chistosa. Me hizo reír mucho, y a todos. Y con mucha gente era una madre sustituta. Las personas la querían, por eso no les era muy difícil soportar sus pesadeces. 

Vuela alto, Adriana Ana del Carmen.
Fue todo un placer compartir 30 años de mi vida con alguien que es de “lo mejor del 40”, y que nació “cuando nacieron todas las flores”. 
Ahora te toca descansar. 
Gracias. 

jueves, 8 de agosto de 2019

Despedida para les niñes del Antilhue

(Esto lo escribí antes de irme, por si no me dejaban despedirme en persona).

Niñes:
Estoy mal. Quisiera no estarlo, y de verdad que estoy trabajando en ello, pero no lo he logrado. 
A diario les extraño. A veces recuerdo sus intervenciones en clases, sus caritas, sus risas, sus bromas, y de verdad que me emociono. Ando tan sensible, que a veces incluso he llorado solo de lo mucho que les echo de menos. Son parte de mi vida, y de mis pensamientos, y eso no creo que cambie, aunque hayamos compartido nuestra existencia apenas unos meses de este año. Sus iluminadas y críticas mentes y sus nobles corazones son algo de lo que nunca podré desprenderme del todo. Yo soy muy mala olvidando.
He lamentado profundamente no poder acompañarles como quería en este proceso. La enseñanza media es un periodo particularmente difícil, pues requiere de que sus cuerpas y mentes se adapten a un estilo de vida tremendamente exigente. Todo nuestro sistema en Chile es así. Y la causa, como ya lo deben saber, es el capitalismo. La forma en que se construye el Colegio o la “idea de escuela” es una preparación para lo que va a ser su adultez, y créanme, a veces es horrenda. Tiene muchas ventajas, sobre todo una especie de sensación de libertad, pero no es tan real. Y en esto los adultos van a coincidir conmigo: uno de los mejores momentos de la vida es la etapa escolar. Es un periodo en que hacemos amistades a veces eternas, otras veces profundas y sinceras, aunque menos duraderas. Pero todo lo horrible que puede ser la adolescencia, lo cura la amistad y las posibilidades de gozar la vida. Ustedes son unos privilegiados; están en un establecimiento educacional lleno de personas inteligentes, apasionadas por su labor docente, convencidas de cambiar el mundo a través de la huella que pretenden dejar en sus almas. Además, el Colegio tiene colores lindos, arte por todos lados y una gata. Una amiga que tiene 10 gatos considera que el Antilhue es perfecto porque tiene una gata. Jaja. Aprovechen todo lo que tienen, y no pierdan tiempo. La vida es muy corta y estos 4 años se les van a pasar volando. 
Lo más probable es que no regrese. Y ese es el motivo por el que les escribo esto. Ustedes son bacanes, y me duele como nada dejarlos, pero quedarme es un costo muy grande para mi salud mental y emocional, y no puedo retroceder. No es justo. Aférrense a lo que tienen, y no den su brazo a torcer. Sigan gozando de la lectura, o aprendan a hacerlo. Sé que es un cliché, pero les prometo que es verdad: “leer es lo único que los hará libres de verdad”. No dejen que les pasen gato por liebre. Es la única forma de ser libres. No hay más. No la dejen ir. 
Los voy a extrañar de por vida, pero también estaré feliz viendo sus logros desde lejos. A un lado del camino también se puede disfrutar. Y sé que así será. 
Las compañeras feministas, por favor, les ruego, no bajen los brazos. Esta lucha va a tardar otros cien años en lograr la igualdad de género, pero va a ser real solo si nos mantenemos firmes, y contagiamos a cuanto humane tengamos cerca.
Cabros, ustedes saben que los quiero, y que veo en sus ojos mucha luz. Cuando sean padres, encárguense de no perpetuar el patriarcado. No es real que hombres y mujeres somos diferentes. No en la esencia del ser. En esencia somos IGUALES; todos tenemos derecho a ser respetades, amades, valorades, y también tenemos derecho a sufrir, a sentir ira, y a llorar. Derechos y deberes por igual. Ayúdennos en la causa. Ayúdense. 
Les quiere y les querrá, Churiruri.