La abuela tuvo una infancia del terror. Y pasó el resto de su vida (hasta la vejez) recordando cada detalle de su sufrimiento. Me contó cientos de veces las mismas historias “felices”, que eran de las que de alguna forma “se afirmaba” para sentir que no todo fue tan terrible, y en alguna medida para soportar su vida de jubilada.
Cuando fue adolescente tomó un par de decisiones estúpidas, como casarse con su primo para escapar de la esclavitud en la que estaba sometida desde muy pequeña por la pobreza y la falta de preocupación/ocupación en su crianza por parte de quienes eran los responsables.
Su vida de casada fue peor. Se convirtió en la esclava de un par de personas que tenían pequeñas empresas que no tenían ningún interés por cuidar a sus trabajadores… y también fue esclava de su infeliz matrimonio. Él era un esposo terrible, principalmente por su alcoholismo.
Su vida no fue precisamente una experiencia feliz, pero sí fue “normal”; trabajó hasta desfallecer de cansancio, no aprendió a leer, era muy irrespetuosa y grosera, no era para nada cariñosa, y el machismo guiaba su vida más que Jesús. No era una santa, pero tampoco era mala persona. Era buena, solo que no tenía demasiadas habilidades comunicativas ni emocionales. Aún así era chistosa. Me hizo reír mucho, y a todos. Y con mucha gente era una madre sustituta. Las personas la querían, por eso no les era muy difícil soportar sus pesadeces.
Vuela alto, Adriana Ana del Carmen.
Fue todo un placer compartir 30 años de mi vida con alguien que es de “lo mejor del 40”, y que nació “cuando nacieron todas las flores”.
Ahora te toca descansar.
Gracias.
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