miércoles, 6 de julio de 2011

Dulce adiós

Gracias a una llamada repentina y extrañísima me enteré de una pésima noticia frente a la que no pude sino llorar.

Ella no es mi amiga ya, y hoy solo pude corroborarlo. Con mi cambio de celular las personas que pudieron avisarme no lo lograron. Pero finalmente lo supe y me consternó. Mi guata dijo: "corre a verla, da lo mismo cómo te reciba, tú no eres la importante". Y asi fue, intenté que diera lo mismo su recibimiento, y fui, abracé a su abuelita. "Se me fue mi niña". "Ha de estar mejor". "Sí".

Muchas lágrimas soltadas en un segundo, abrazos, tomadas de mano. Mal.

Lo lamento, lamento no haberla visto en este último tiempo. Lamento no haberle dicho a Náyadee, "cállate, pesá", como antes. Lamento no haber seguido disfrutándola. No quise verla el último tiempo, no quise incomodarla. Quise recordarla con su vitalidad desbordante, y su juventud impropia que la hacía parecer más hermana que madre de Náyadee.

La quise, y la quiero. Y en verdad lamento su despedida silenciosa. Y desde lejos.

No creo en el cielo, pero siempre la muerte será un descanso del cuerpo, que en su caso más que en el de ninguno, le estaba trayendo enormes problemas.

Un saludo a la distancia, a ella, a su hija y a su madre, que las dejó con los brazos cruzados, pero al menos no están solas. Y creo que nunca se librarán de mi cariño.

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