domingo, 24 de abril de 2011

Fin de semana santa

Leer a Clarice Lispector me ayudó un poco a abrir los ojos. Uno siempre piensa que está mal, pero no falta el desgraciado que está peor. Y Jesús lo dijo en la película. Bueno, el actor.
Yo sé que el gatito hizo todo lo posible por vivir, pero no lo logró. Yo creo que quizá lo mejor es entender que la naturaleza es sabia y que a veces no son suficientes las enormes ganas de que las cosas salgan bien, sino que la esencia no cambia y la realidad se hace presente sin que la llamen.

Ella se encontraba en constantes silencios y meditaciones inconscientes, ella quería vivir. Vivir. Sentirse valorada. Sentir que era valiosa para alguien más que los obligados. Porque los obligados están allí, siempre lejos, siempre sintiendo, en silencio.

Y ahora en silencio, no sentía ganas de llorar. Esta pena no se llora, se vive. Y la rabia la tomó, la destrozó en conversaciones imaginarias y se alejó de ella. Insiste en sentirse feliz, en besar al gato, en dormir con el gato, en acariciar al gato, en recibirlo mil veces -si fuere necesario- en su cama por la noche. Ahora lee afuera de la casa para sentir el sol y el viento. Ahora se permite mirar feo, y gritar, y decir que la gente con la que comparte apenas un poco más que el sengundo apellido vale mierda. Que son mierda. Lo piensa en voz alta. Pero no dice groserías directamente, pues no es necesario bajar a su nivel -piensa-.

Y ahora que comprende que escribir es una necesidad no un simple deseo o gusto placentero, ahora puede hacerlo sin temor a que a alguien pudiera molestarle, o que alguien prefiera que no lo haga, o que no lo cambie por hablar. Ahora, ahora no dejará de hacerlo hasta que la venza la muerte o la demencia.



martes, 19 de abril de 2011

Sucedió anoche

Yo estaba preocupada por su diarrea, pero trataba de que comiera y tomara agua para que no se deshidratara. Ahora tengo muchas dudas, y prefiero no pensar mucho porque me da una impotencia tremenda que anoche solo podía expresar en rabia, en mucha rabia y una pena que no dejé que brotara por mis ojos.

Lo vi más flaco, pero lo consideré lógico si el pobre andaba con diarrea, y más encima le daba por comer menos. Me imagino los dolores que quizá pudo sentir y se me estremece el corazón, pero no se quejaba, solo trataba de dormir mucho...y no tenía ánimos de levantarse, ni de jugar como su hermanito.

Era tan pequeño y hermoso. Difícilmente lo podré olvidar. A pesar de que no hay fotos.

De pronto lo miré y estaba acostado de una forma muy extraña, no lloraba, no emitía ruido alguno, tenía la mirada perdida, y estaba acostado lejos de las botellas con agua tibia. Lo tomé, y se me desvaneció en la mano, no soportaba el peso de su cabeza, y apenas movía sus extremidades en señal de dolor e incomodidad.
Me desesperé, tenía una clavada en el corazón e intentaba no llorar, pero estaba consternada. Salí corriendo, tomé la única plata que tenía, y salí corriendo, mi hermana y su amiga iban detrás. Nuestros destinos cercanos eran de unas supuestas clínicas veterinarias por acá cerca. Fuimos a todas las que conocíamos, fuimos a pie y a toda velocidad. Como domingo, estaban cerradas, y a pesar de estar ubicadas en casas particulares, lo que puede hacer pensar que los dueños viven ahí, no abrieron las puertas. Seguimos las indicaciones de los vecinos, golpeamos muchas puertas, la amiga de mi hermana llamó a cuanto teléfono escribieron en las murallas de los recintos, pero no. Nadie respondió. Los teléfonos rugían con desesperación y los telefonistas brillaron por su ausencia.

No quise rendirme. Me devolví a la casa, le di agua cocida. Pensaba que quizá el suero le hizo mal, y por eso empeoró. No lo sé realmente, espero que no, porque en tal caso murió por mi culpa. No tragaba. No movía la boca más que para quejarse. No tomó un solo trago de agua. En un momento pude pasarle un poco de agua mediante masajes en su garganta y su estómago, y el líquido pasó casi directamente por su sistema, y lo orinó a los pocos segundo de beberlo.
Tenía una cara terrible. Movío sus extremidades en un momento, y sentí que estaba luchando por vivir. Pero inmediatamente después dejó de moverse del todo. completamente estático, y sin fuerzas ya, comenzó a latir cada vez más lento su corazón, y el mío mucho más rápido. Le di respiración boca a boca. Fue inútil.
Dejó de respirar. Su cuerpo, aun tibio, pero tieso, me avisaba que ya no pudo más. Yo tampoco pude más. Ahora sus restos se encuentran bajo tierra. Y mis restos sobre ella.
Al fin una lágrima.