viernes, 16 de agosto de 2019

Murió mi abuela

La abuela tuvo una infancia del terror. Y pasó el resto de su vida (hasta la vejez) recordando cada detalle de su sufrimiento. Me contó cientos de veces las mismas historias “felices”, que eran de las que de alguna forma “se afirmaba” para sentir que no todo fue tan terrible, y en alguna medida para soportar su vida de jubilada.
Cuando fue adolescente tomó un par de decisiones estúpidas, como casarse con su primo para escapar de la esclavitud en la que estaba sometida desde muy pequeña por la pobreza y la falta de preocupación/ocupación en su crianza por parte de quienes eran los responsables. 
Su vida de casada fue peor. Se convirtió en la esclava de un par de personas que tenían pequeñas empresas que no tenían ningún interés por cuidar a sus trabajadores… y también fue esclava de su infeliz matrimonio. Él era un esposo terrible, principalmente por su alcoholismo.
Su vida no fue precisamente una experiencia feliz, pero sí fue “normal”; trabajó hasta desfallecer de cansancio, no aprendió a leer, era muy irrespetuosa y grosera, no era para nada cariñosa, y el machismo guiaba su vida más que Jesús. No era una santa, pero tampoco era mala persona. Era buena, solo que no tenía demasiadas habilidades comunicativas ni emocionales. Aún así era chistosa. Me hizo reír mucho, y a todos. Y con mucha gente era una madre sustituta. Las personas la querían, por eso no les era muy difícil soportar sus pesadeces. 

Vuela alto, Adriana Ana del Carmen.
Fue todo un placer compartir 30 años de mi vida con alguien que es de “lo mejor del 40”, y que nació “cuando nacieron todas las flores”. 
Ahora te toca descansar. 
Gracias. 

jueves, 8 de agosto de 2019

Despedida para les niñes del Antilhue

(Esto lo escribí antes de irme, por si no me dejaban despedirme en persona).

Niñes:
Estoy mal. Quisiera no estarlo, y de verdad que estoy trabajando en ello, pero no lo he logrado. 
A diario les extraño. A veces recuerdo sus intervenciones en clases, sus caritas, sus risas, sus bromas, y de verdad que me emociono. Ando tan sensible, que a veces incluso he llorado solo de lo mucho que les echo de menos. Son parte de mi vida, y de mis pensamientos, y eso no creo que cambie, aunque hayamos compartido nuestra existencia apenas unos meses de este año. Sus iluminadas y críticas mentes y sus nobles corazones son algo de lo que nunca podré desprenderme del todo. Yo soy muy mala olvidando.
He lamentado profundamente no poder acompañarles como quería en este proceso. La enseñanza media es un periodo particularmente difícil, pues requiere de que sus cuerpas y mentes se adapten a un estilo de vida tremendamente exigente. Todo nuestro sistema en Chile es así. Y la causa, como ya lo deben saber, es el capitalismo. La forma en que se construye el Colegio o la “idea de escuela” es una preparación para lo que va a ser su adultez, y créanme, a veces es horrenda. Tiene muchas ventajas, sobre todo una especie de sensación de libertad, pero no es tan real. Y en esto los adultos van a coincidir conmigo: uno de los mejores momentos de la vida es la etapa escolar. Es un periodo en que hacemos amistades a veces eternas, otras veces profundas y sinceras, aunque menos duraderas. Pero todo lo horrible que puede ser la adolescencia, lo cura la amistad y las posibilidades de gozar la vida. Ustedes son unos privilegiados; están en un establecimiento educacional lleno de personas inteligentes, apasionadas por su labor docente, convencidas de cambiar el mundo a través de la huella que pretenden dejar en sus almas. Además, el Colegio tiene colores lindos, arte por todos lados y una gata. Una amiga que tiene 10 gatos considera que el Antilhue es perfecto porque tiene una gata. Jaja. Aprovechen todo lo que tienen, y no pierdan tiempo. La vida es muy corta y estos 4 años se les van a pasar volando. 
Lo más probable es que no regrese. Y ese es el motivo por el que les escribo esto. Ustedes son bacanes, y me duele como nada dejarlos, pero quedarme es un costo muy grande para mi salud mental y emocional, y no puedo retroceder. No es justo. Aférrense a lo que tienen, y no den su brazo a torcer. Sigan gozando de la lectura, o aprendan a hacerlo. Sé que es un cliché, pero les prometo que es verdad: “leer es lo único que los hará libres de verdad”. No dejen que les pasen gato por liebre. Es la única forma de ser libres. No hay más. No la dejen ir. 
Los voy a extrañar de por vida, pero también estaré feliz viendo sus logros desde lejos. A un lado del camino también se puede disfrutar. Y sé que así será. 
Las compañeras feministas, por favor, les ruego, no bajen los brazos. Esta lucha va a tardar otros cien años en lograr la igualdad de género, pero va a ser real solo si nos mantenemos firmes, y contagiamos a cuanto humane tengamos cerca.
Cabros, ustedes saben que los quiero, y que veo en sus ojos mucha luz. Cuando sean padres, encárguense de no perpetuar el patriarcado. No es real que hombres y mujeres somos diferentes. No en la esencia del ser. En esencia somos IGUALES; todos tenemos derecho a ser respetades, amades, valorades, y también tenemos derecho a sufrir, a sentir ira, y a llorar. Derechos y deberes por igual. Ayúdennos en la causa. Ayúdense. 
Les quiere y les querrá, Churiruri.