miércoles, 21 de mayo de 2014

Te lo agradezco, pero no

Me pasa que me enfrento a un mundo construido por el inconsciente de todos, que parecieran conectarse entre ellos dejándome de lado solo a mí.
El miedo a echar a perder una nueva historia de amor me hace buscar inconscientemente hombres o historias que no tengan esperanza de estar conmigo más que por un momento. Ya no quiero personas que me digan que soy el amor de su vida. Ya no quiero personas que se enamoren de mí ni que me hagan sentir especial. No es porque me odie, ni porque no me lo merezca, ni nada de esas cosas. No quiero eso porque tengo un punto fijo en mi futuro, que no incluye más que mi inconsciente, muy consciente, sumado al suyo, a sus miedos y dolores acumulados, y mis anhelos son precisamente que todo eso, bien revuelto, -tanto que no podamos diferenciar los de cada uno-, vayan construyendo la historia de amor más hermosa y eterna que pudiera existir. 

jueves, 20 de marzo de 2014

Viaje de trabajo



Una mujer de delgada figura y cabello aleonado y rubio tuvo que irse de viaje muy lejos de su natal Chile; a Alemania. Con su esposo, viajó llena de esperanzas de aprender, de conocer y de disfrutar el tiempo de estancia.
El invierno, crudo en las calles y muy cálido en su hogar, ayudó a concebir al primer hijo de la joven pareja –digo primero porque aunque aún no tienen más hijos, nunca se sabe-.
Pasaron todo el invierno embarazados, y ansiosos de conocer a Maximiliano. Su llegada fue añorada y dolorosa. La mujer aún no manejaba mucho el idioma, así que desde que comenzaron las contracciones fuertes hasta que llegó al ansiado hospital tardó dos horas de mensajes fallidos entre ella y los taxistas. Su esposo, fuera de la ciudad tardó el doble de tiempo en llegar al mismo hospital. El parto fue tortuoso, pues sin anestesia y sin experiencia llegó con la guagua a púnto de salir de su cuerpo. Su marido llegó después y estalló en llanto al ver a su amada esposa y a Maximiliano unidos en el milagro de la lactancia.
A la llegada del verano anunciaron que tendrían que quedarse algunos meses más de lo presupuestado. Ella se contentó pues “el verano siempre es más agradable que el invierno”, pensó.
Comenzó a frecuentar parques y plazas junto a su pequeño hijo. Un día cualquiera conoció a una agradable mujer de la India que le enseñó mucho alemán y mucho de los alemanes también. Aprendió  además a usar el transporte público cuyo sistema ni siquiera se sueña en Chile.
Salió tranquilamente una mañana en dirección a una plaza pública lejana a su casa en compañía de la mujer inmigrante y sus respectivos hijos.  Tomaron el microbús a eso de las 11:30 de la mañana y llegaron al destino pasada una hora y cuarenta minutos. Al llegar, nuestra querida chilena sintió cómo el sol la aplastaba, la envolvía en un círculo abrasador, comenzó a ver manchas de colores verdes, azules y blancas. Cuando despertó se hallaba en una casa desconocida junto a todos sus acompañantes y un muchachito de diez años que vivía en esa casa. El niño dijo que los inmigrantes del sur solían desmayarse al comienzo, hasta que lograban acostumbrarse. Nerviosa, pero sintiéndose mucho mejor le agradeció al muchacho y salió del lugar. Al salir tuvo sensaciones  muy similares a las que sintió al llegar a la plaza, pero esta vez logró mantenerse consciente y llegó a eso de las 19 horas a su casa junto a todos. La mujer indú la ayudó con Maximiliano para que ella pudiese descansar. En agradecimiento la invitó a alojar junto con su hijita. La mujer accedió. Al día siguiente la chilena no despertó sino hasta la hora de almuerzo. La invitada hizo un exquisito plato típico de su país. Cuando la mujer se aprestó a almorzar, ella le sirvió como si fuese la dueña de casa.  
-        -- ¿Cómo se llama? Está delicioso.
-        -- Me alegra que le haya gustado.
-     -- Discúlpame por no despertar temprano, no sé qué me pasó. Te agradezco mucho todo esto y lo de ayer.
-         -- No te preocupes que para eso viene uno al mundo.

Al pararse de la mesa, la sudamericana temió otro desmayo por el calor, y para evitarlo se lanzó intempestivamente a la cerámica del piso quedando con sus extremidades bien separadas y su estómago, cara, piernas y brazos pegados al suelo.
En la mesa, la mujer india, asustada por el extraño hecho quedó atónita mirando en el suelo a la mujer pegada como estrella de mar a una roca. Y pensando que se trataba solo de una forma de agradecer los alimentos, sin dudarlo demasiado se lanzó al piso, al lado de la chilena diciendo:
-          -¿Delicioso, no?
-          -Exquisito.

viernes, 21 de febrero de 2014

Revalorando

Estuve viendo hoy la película: "A primera vista". Fue interesante el proceso del protagonista, que era ciego desde los tres años, que apenas pudo ver un par de cosas, y que fue ciego toda su vida, hasta que se operó, y entonces por unos meses pudo ver. Sus ojos veían, pero su mente no procesaba lo que veía. Y entonces volvió a perder la vista de nuevo, y para siempre. Y entonces vio mucho más de lo que sus ojos le dejaron ver. 
Me hizo entender por qué al sentir la lluvia prefiero cerrar los ojos, y por qué al besar, también. Entonces pude entender por qué a veces no puedo evitar cerrar los ojos, y por qué otras veces no puedo evitar abrirlos. Pero al menos tengo la posibilidad de elegir. 

Revalorizar estas cosas, ahora, que tengo la oportunidad de conocer otras realidades, a partir de la ficción de una película, me hace creer que muchos de nosotros preferimos no ver algunas cosas, y que de hecho, preferimos no escuchar nuestros instintos. Somos apenas unos pelotudos con todos sus sentidos, y que no necesitamos usarlos, porque igual seguimos siendo unos pelotudos.

domingo, 12 de enero de 2014

Cerrar los ojos

Cuando cierras los ojos. Todos los ojos. Entonces eres capaz de sentir verdaderamente. Cuando ríes con los ojos cerrados, entonces verdaderamentwe ríes. Cuando lloras con los ojos cerrados, entonces verdaderamente lloras. Cuando besas con los ojos cerrados, entonces no involucras solamente los labios y algunas voluntades, entonces te involucras verdaderamente y te ves en la obligación de hacerte cargo.