sábado, 24 de noviembre de 2012

Joven y alocada online

Acabo de ver "Joven y alocada". Es una película chilena que para muchos puede ser considerada una mierda. Sobre todo por el prejuicio práctico y sesgado de que las películas chilenas, en general, son una mierda. Y también porque la trama lo es. 
 Esta película me dejó reflexiva. No por la sexualidad, que a pesar de ser tema tabú, a mí no me interesa como morbo. Lo que me dejó pensativa es: "el hombre postmoderno". 
 En esta época, así como aún quedan personas que consumen azúcar, también quedan personas que creen en Dios, en ese que se respalda en La Biblia. Aún católicos y evangélicos son enemigos y se dedican a ningunearse mutuamente por su incapacidad de interpretar el libro sagrado de la manera "correcta" para ser salvo. Cada iglesia que se hace llamar cristiana por esencia, inventa términos y cláusulas para irse al cielo. Ya no basta con cumplir a piejuntillas los diez mandamientos, y las típicas normas morales que "civilizan" al animal-racional que somos, sino que además proponen cierto tipo de compromisos que deberíamos tomar para sentirnos bien con nosotros mismos, con la iglesia, y -lo más importante- con Dios. 
Lo que más está de moda es no tener fe cristiana. El agnosticismo y el ser ateo es lo que la lleva. Más que ser pokemona, o hippie, o rockera, o hardcore, o alcohólicohipersexuadosinautocensura. Los resabios de diosito van quedando de todas maneras en nuestro sistema de valores, tanto, que a ciertas edades, en que la búsqueda y la obtención de identidad son motor de vida, no nos dejan vivir en paz. La culpa es el mejor y más efectivo método que la iglesia creó para mantenernos a raya. El sentirnos culpables hará a fin de cuentas que en algún momento reivindiquemos el camino. Y seguiremos siendo como todos quieren vernos para evitar que nos juzguen, que nos rechacen o que nos echen de sus vidas porque los avergonzamos. 
Pobre muchachita la protagonista de la película. Su madre evangélica-pelolais (evangelais) no pudo ni podría soportar que una hija en fase de término de su adolescencia se acueste con su pololo y una mujer que le gusta. La fornicación es pecado mortal en su moral. Y la pobre cabra no pudo sino sentirse culpable. Triste no, porque pa' qué. Pero no pudo evitar sentir que ELLA ESTABA MAL. Yo le critico la infidelidad, y el pololear con alguien que no tiene ni un brillo solo para que tus padres lo acepten. No vale jugar con los sentimientos de la gente. No se hace eso. 
Lo demás, es cosa de cada uno. La mano es ser feliz. 


domingo, 11 de noviembre de 2012

La felicidad está en nuestras manos

Es como un cambio de aire. Un cambio de vida. Un cambio.
Cada amor se vive de manera diferente. Por eso comparar, aunque pueda parecernos inevitable, es una pésima idea. Además, de que lo natural debería ser aceptar cada historia con humildad y recelo, cuidando que nadie se sienta con el derecho de criticar o nublar la visión que tengamos de ese recuerdo (excepto nosotros mismos), siempre deberíamos vivir la vida con la presencia natural y aceptada de nuestro pasado. Y de esa manera, aceptar con alegría el presente, y lo que ello pudiere valer en el futuro. 
Todo depende de nosotros.
Todo depende de nuestra propia voluntad, y fe.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Lo que soñé al final

Yo había recién amanecido y una enorme cantidad de bichos con forma de escarabajos, de un amarillo fuerte muy bonito estaban colgando de todas las cortinas de mi pieza. Que no son pocas. 
Se veían casi ordenados como en el desfile del 19 de septiembre. Estábamos extrañados al principio, luego reconocíamos que eran los mismos escarabajos amarillos de todos los años. 
Ya más tranquilas, le poníamos atención a mi malestar físico: me dolía la cabeza, me sentía profundamente agripada, y tenía fiebre. Lo de la fiebre era seguro. Una tía decidía ayudarme y me apretaba fuertemente el brazo: "me vai a sacar la vena si hací eso",  y así fue: el capilar de color azul estaba cortado, seco y salido de la piel como si fuera una bombilla (o pajita de plástico). Me comenzó a apretar el brazo y comenzó a salirme la sangre, primero eran apenas unos escupitajos, después salía a borbotones. Conforme iba saliendo la sangre yo iba relajándome, sintiéndome más aliviada, pero con un calor sofocante en mi cuerpo que me hacía sentir hervir. 
Mi otra tía va y me pone una inyección para la fiebre, o eso dice ella, pero lo hace en la encía superior al lado derecho. Luego, la misma tía que me sacó el capilar, me inyecta otra cosa directamente por la entrada venosa. 
Cuando mi cuerpo ya estaba en franca mejora, y mi mente estaba algo adormecida, ya no sé si por la pérdida de sangre o por el calor ambiental, llega la hermana de mi abuela: la tía Ester. Llega con escándalo como siempre, y al ver los escarabajos en las cortinas, se espanta, y con mucho asco, los arranca con sus manos. Todas mis tías y mi madre y mi abuela conversaban animadamente y no advertían el asesinato masivo de los bichos. Yo intentaba detenerla, pero no podía moverme ni hablar bien. Se sabía que al caer de las cortinas morían. Que solo tenían veinticuatro horas para aparearse, y luego de eso morían igual.
-¡Tía, tía, déjelos, los está matando antes de tiempo! 
- No, mijita, esto es asqueroso.
- No, pero si no es su casa, no los mate, nosotros dejamos que se apareen aquí todos los años. Déjelos, si al finalizar del apareamiento, ellos mueren y las hembras van a enterrar los huevitos. 
Ella no quería entrar en razón. Mi mamá, sin sonar tan segura, le insistía que los dejara tranquilos. Mató a más de la mitad de los bichos. Los que quedaban estaban en pleno acto sexual. Ella se fue. Ellos se iban cayendo muertos de a poco. Ahora las filas de bichos militares estaban ordenados, pero muertos, en el suelo. 
Las hembras volaban rápidamente a la cómoda, y por detrás del televisor, iban rodando los huevitos. Abajo otros bichos de la misma especie los recibían y los ordenaban en un tubo de tela que ellos mismo habían construido. Luego todos bajaban y llevaban los huevitos a la tierra de afuera. De mi jardín en la calle. 
Ojalá este año hayan puesto más huevos de lo normal, para cubrir el déficit que produjo la vieja metiche y desconsiderada. 
Desperté tan alterada...