martes, 6 de diciembre de 2016

El trabajo perfecto

Algunos podrían pensar que el trabajo perfecto es uno en el que se puedan tomar una cerveza en los días de calor o un chocolate caliente en pleno invierno. Otros dirían que preferirían actividades deportivas y viernes informales o con mascotas. Yo en cambio solo quiero un trabajo de medio tiempo en el que me paguen lo mismo que gana un profesor de tiempo completo. Sería tan estupendo. Realmente tan estupendo. Podría ocupar mi tiempo en más cosas que me gustan sin depender de un solo trabajo. Podría dedicarme a mi microempresa de costura, podría pintar, podría leer solo por placer, podría juntarme con personas que me interesan, podría ir a visitar a mis gatos y a mi madre, podría hacer al menos una hora y media de ejercicio al día... en fin, básicamente podría ser libre y feliz, o al menos feliz. 
Pero ahora, ahora me siento una esclava. Estudié lo que me apasiona, lo que realmente me mueve las entrañas. Estudié algo con lo que gozo cada vez que entro a una sala de clases. Salgo hecha bolsa, pero me hace feliz. El problema es que trabajo todo el día, todos los días, y no conforme con eso, llego a mi casa a escasamente comer, ordenar o cocinar, para después seguir trabajando en todo lo que no alcancé a terminar. Es realmente horrendo. La jornada escolar completa es horrenda. Los profesores ruegan porque les den horario completo para poder ganar un sueldo digno, pero no tienen tiempo para sus familias, para compartir con los suyos. Y cuando lo intentan, descuidan levemente sus labores, y colapsan.
He visto de todo. 
Yo quiero que el trabajo sea solo una parte de mi vida, que me haga sentir feliz, pero bien. Sana. Con ganas de seguir trabajando. No con ganas de quedarme en la cama. O de llorar porque no me la puedo con todo lo que tengo que hacer. 
En fin... necesito que del cielo baje un ángel, que me invite a trabajar en un colegio una cantidad de horas bien pagadas para poder ser yo el resto del día, cada día y cada semana...