Es mi primera vez en el Cementerio Católico. Bien frío el lugar, hay más muertos que aire y hacen falta varios árboles.
Dos perros llenan de alegría las rondas de los guardias, al menos eso me contaba mi tía: "cuando yo salía a hacer las rondas los perros se me atravesaban y algunas veces casi me botan".
Intespestivamente tuvimos que ir a la capilla para recibir las cenizas de nuestra querida Mercedes.
Pareja e hijo totalmente disfrazados de terno. Rodrigo prefirió el clásico negro, Nelson -menos formal o menos anticuado- con azul marino se presentó a los asistentes.
La espera de pie se suplió con la aparición extraña de un hombre vestido de escocés con una gaita a cuestas. Caminó seguro y consciente de lo mucho que llamaba la atención a probar en una esquina tan lejano instrumento. Ahora en la puerta de la capilla está tocando mientras todos fingen ignorarlo. Al parecer es para esta ceremonia. En efecto, lo era y nos acompañó en la peregrinación a la capilla. El ánfora sobre una mesa de mantel blanco. Yo también me siento en blanco.
Varios ramos de flores, muchos colores, predominan los lilium.
Una capilla enorme, con pésima acústica como todas, todos atentos a la ceremonia. Los típicos paseos de tacos desubicados.
No me fue posible ignorar que Rodrigo se secó las lágrimas al dejar delicadamente las cenizas de su madre sobre la mesa.
Todos en silencio, todos buscando paz, Nelson lee un trozo de la Biblia.
Un guardia con pinta de sacristán que saludamos hace mucho rato dirige algunas palabras a los asistentes, los hace cantar repetidamente "el señor es mi pastor, nada me habrá de faltar". Más lecturas, más silencios. El cura sigue hablando. La mitad de los asistentes, si no exagero, lo escuchan con el corazón, el resto sufre en silencio.
Todos intentamos escuchar atentos, pero...a palabras necias, oídos sordos.
Tía, lamento no haberla visto por mucho tiempo. La quise siempre, y le estaré eternamente agradecida por sus regaloneos.
No recuerdo si era católica, pero si le gusta esto, espero que le parezca una buena despedida.
Lamento lo mucho que sufrió y me alegro por todo lo que aprendió.
Gracias por su sonrisa, su buena voluntad, y por su fortaleza. Por su ayuda indiscriminada hacia nuestra familia. Por su amor por los animales, y por haberme querido.
Muchas gracias.