martes, 15 de junio de 2010

Accidente casero

El dolor corporal ha sido acumulativo. Los hombros, la espalda, el estómago, el útero, el corazón, las rodillas... no sé si la lista termina o prefiero no continuarla.

Esta mañana me enterré accidentalmente una aguja de máquina recta industrial (de coser) en la planta del pie izquierdo. La herida fue justo a la altura del dedo contiguo al más pequeño.
Las agujas de máquina de coser tienen la particularidad de que el ojal se encuentra justo al lado de la punta con filo. Opuesto a la forma de las agujas para coser a mano. Esto quiere decir de que además de oradarme la planta del pie una punta de aguja, me atravesó el ojal, que es bastante más ancho. Esto, en términos de dolor, no fue mucho, pues como llegó bien adentro, no dolió tanto una vez insertado en la piel, sin embargo al intentar sacarla el dolor era abrasador, insoportable.

Intenté sacar la aguja por donde entró, es decir, por la parte externa de la planta de la zapatilla, sin embargo se quebró, la otra mitad estaba en mi pie y muy fuertemente pegada a la zapatilla.
Aflojé los cordones para sacar el pie, pero la aguja no salía recta, así que continuaba la herida hacia el lado. Eso era doloroso al punto que no podía continuar. Resolví por soltar los cordones hasta casi arrancarlos de los orificios, y luego levantar el pie, moverlo perpendicularmente al orificio, bien recto, tirar con la otra mano la zapatilla, paralela al pie y por fin separados, lo retiré, con poco esfuerzo y solo un pequeño rasguño.
Luego de eso tardé un minuto en sacar la mitad de aguja de la zapatilla. La aguja era gruesa. La zapatilla terriblemente débil, tal como la amistad de la persona que me las obsequió.

El dolor persistió un tiempo, ya luego de un par de horas ni se sentía.